La asombrosa relación entre dolor y placer

La asombrosa relación entre dolor y placer

| Arola Poch

Este artículo ha sido escrito y validado por la psicóloga y sexóloga Arola Poch el 16 de febrero de 2021.

Dolor y placer son dos conceptos muy relacionados. Hay quien podría pensar que son opuestos, como dos caras de una misma moneda, pero realmente no es así. Si lo fuera, cuando hubiese placer no podría haber dolor y a la inversa. Y entonces, ¿cómo podría el dolor en el sexo ser un mecanismo para conseguir placer?

Por otro lado, ¿por qué hay personas que buscan activamente sensaciones que produzcan daño y otras no? Además, el dolor no siempre es placentero. ¿Cuándo un mordisco es excitante y cuándo molesto? La relación entre dolor y placer es compleja y asombrosa. Vamos a desentrañarla, ¿nos acompañas?

Dolor y placer

Dolor y placer están relacionados.

¿POR QUÉ EL DOLOR PUEDE CAUSAR PLACER?

El placer, la excitación, el deseo…. todo lo sexual está realmente en el cerebro. Así que si queremos saber por qué el dolor puede causar placer debemos ir allí. Los sistemas que procesan el placer y el dolor en el cerebro humano son distintos y pueden estar activados al mismo tiempo. Cuando, por ejemplo, nos damos un masaje en una zona que tenemos tensa la sensación es una mezcla entre molesto y agradable, todo a la vez.

Todo en el cerebro

Todo está en tu cerebro.

Otra explicación al fenómeno podemos encontrarla en las hormonas (nuestras queridas hormonas, siempre presentes en todo lo sexual). Hay diferentes hormonas que se producen durante el encuentro sexual con efectos sobre el placer, en este caso me centro en las endorfinas. Estas se producen, entre otros motivos, durante la excitación y también como respuesta ante el dolor y el miedo. Las endorfinas provocan sensación de bienestar, además de actuar como analgésicos.

Así, en el sexo con dolor tenemos doble ración de esta hormona de la felicidad. Por un lado, las provocadas por la excitación y por otro, las que se generan como respuesta a estímulos dañinos. Es decir, con el dolor se pueden sentir estímulos más intensos y ese es su principal sentido en el sexo.

Pero ¡no siempre el dolor es placentero en el sexo!

Antes de seguir, quisiera aclarar algo: una interacción sexual nunca tiene que doler a no ser que estemos buscando precisamente esa sensación.

El dolor en el sexo puede ser placentero cuando estamos hablando de una sensación conscientemente buscada. Es muy diferente a que estemos realizando una práctica erótica y sintamos dolor cuando lo que deberíamos sentir es placer. Por ejemplo, si estamos realizando penetración vaginal o anal y nos está doliendo hay que parar porque seguramente algo no se está haciendo bien: la postura no es la más adecuada, no hay suficiente lubricación, no hay suficiente dilatación, etc. En estos casos no hay placer y sí dolor con lo que la explicación anterior de la doble ración de endorfinas no nos sirve.

El dolor no siempre es placentero

No siempre el dolor es placentero.

Pero cuando el dolor es una sensación buscada tampoco todo vale. El contexto del encuentro sexual siempre es importante. Imaginemos que a una persona le gustan los azotes y llega su pareja y le da uno, así sin más. Seguramente esto no le va a provocar placer, quizás sorpresa o puede que enfado. Y es que faltará ponerse en situación, estar en un entorno propicio para el juego erótico, la excitación… Con todo eso, ya un azote (consensuado) tendrá otro significado.

Por último otra cuestión que no podemos olvidar: las diferencias individuales. Hay personas que tienen un umbral del dolor más bajo y otras, más alto. En este último caso se toleran mejor las sensaciones de dolor, con lo que necesitarán estímulos más fuertes para esa búsqueda del placer. Habrá otros casos en los que el umbral sea muy bajo (poca tolerancia) y que con el más mínimo roce ya sea suficiente o que no les excite el dolor. Y es que, como no debemos olvidar nunca, cada persona es diferente. Ni mejor ni peor.

En definitiva, no podemos reducir el sexo a una cuestión puramente física u hormonal. Es muy importante, casi diría que hasta más, los factores psicosociales implicados en los encuentros sexuales. Las diferencias individuales y el contexto son fundamentales.

¿CÓMO INCLUIR DOLOR EN LAS RELACIONES SEXUALES?

Incluir el dolor puede hacerse desde dos puntos de vista: el de quién lo da o el de quién lo recibe. Sea cual sea el rol, hay un par de cosas básicas. Primero, ya lo hemos visto, debemos estar en el contexto adecuado y segundo debemos hablarlo antes con nuestra pareja de juegos.

Una vez con esto claro, unos azotes pueden ser una primera práctica sencilla y fácil para ir experimentando nuevas sensaciones. No se necesita nada especial – una mano y ganas – y nos permite jugar con diferentes intensidades. Es recomendable empezar poco a poco e ir aumentando si fuera necesario. La intensidad adecuada es algo totalmente personal y vinculado al disfrute. Recuerda que esto es lo importante: el dolor es un elemento más para el placer.

Spanking

Spanking, el placer de los azotes.

La principal precaución que debemos tener, y no es poca, es saber a quién le damos el poder de infringirnos dolor. Por supuesto siempre deberá ser a alguien de confianza, con quién hayamos hablado clara y tranquilamente de qué nos gustaría hacer. Con quién esté claro que el control de la situación debe tenerlo quién recibe, que es quien puede decir cuándo está bien y cuándo es mucho.

Durante el sexo, por el efecto compensatorio de la excitación, es habitual que el umbral del dolor se altere y sea más alto. Es decir, que soportemos mejor (y nos gusten) ciertos estímulos que en otro contexto nos harían encogernos con solo imaginarlos.

Llegados a cierto nivel de intensidad, cuando se juega con sensaciones más extremas, no es recomendable realizar prácticas de este tipo habiendo tomado analgésicos de ningún tipo (de alcohol y otras drogas ya ni hablamos) ya que estos pueden alterar la percepción del dolor.

MÁS ALLÁ DE LOS AZOTES

En el sexo convencional no cuesta imaginar unas nalgadas durante la penetración y eso ya es jugar con el dolor. Es relativamente común, basta ver las referencias a ello que podemos encontrar incluso en series cómicas como The Big Band Theory en la que en un episodio hacían broma con Sheldon Cooper dándole unos azotes a su novia y la implicación sexual que eso conlleva.

A partir de aquí, se puede intensificar el dolor y darle más peso a esta sensación. Los azotes como práctica específica se conocen como spanking. En una sesión de esta práctica son los azotes el elemento principal del juego erótico. Se pueden dar con la mano o con diferentes herramientas: fustas, floggers de diferentes tipos, palas, incluso látigos.

La intensidad será muy diferente según la herramienta que usemos y aquí sí será imprescindible saber usarla. Hay especialistas que imparten talleres para aprender cómo dar azotes, en qué zonas se puede pegar y en cuáles hay que tener especial cuidado. Todo lo que hagamos en el sexo ha de ser consensuado, sensato y responsable.

Complementos para azotar

Complementos para los azotes.

Con esto hemos entrado ya en el mundo del BDSM propiamente dicho, donde la S es la sigla para el sadismo (placer al infringir dolor) y la M significa masoquismo (placer al recibir dolor). En general podemos pensar en este mundo como el ámbito de juegos donde el dolor cobra importancia. Pero no todo el BDSM es dolor (lo psicológico es más importante que lo físico) ni todo el dolor es BDSM (ya hemos visto que en el sexo convencional se puede incluir este estímulo).

Hay más prácticas en las que el dolor está presente. Más allá de los azotes, también tenemos, entre otras, las pinzas y la cera.

  • Las pinzas son elementos que juegan con el dolor. Habitualmente se colocan en los pezones o en otras zonas muy sensibles como los labios vaginales. Si queremos algo casero, las pinzas de la ropa pueden servir, pero mejor si usamos pinzas diseñadas para este tipo de juegos y que podemos encontrar en tiendas eróticas. En estos casos acostumbran a ser graduables para poder hacer el pellizco con mayor o menor fuerza.

  • Jugar con cera también aporta su ración de dolor en los juegos eróticos. Unas gotas calientes que caen en el cuerpo hacen dar un respingo a quién las recibe. Por supuesto, diferentes partes del cuerpo tienen diferente sensibilidad, así que en función de donde caiga la cera caliente el brinco será mayor o menor. Y hay zonas donde no debe caer (ojos, oídos, boca, por ejemplo). Hay un par de consejos en esta práctica. Comprad las velas en una tienda erótica ya que os podrán asesorar en cuáles son las mejores para el juego (las de soja o parafina se derriten a una temperatura inferior que las de otros materiales). Y si dejas caer la cera a mayor distancia respecto al cuerpo, más recorrido tendrá esta para ir enfriándose antes de llegar a tocar piel.

Sea lo que sea que hagamos donde el dolor esté implicado en intensidades elevadas será recomendable establecer una palabra de seguridad para poder avisar cuando el nivel está al límite o incluso parar el juego si es necesario. Y quien lo proporciona ha de estar pendiente de quién recibe para controlar sus gestos, sus reacciones, y ser también muy consciente de la situación y saber cuándo ha de parar.

Hay más posibilidades para sentir sensaciones de este tipo. En el sexo, la imaginación es fundamental y todo aquello que aporte, bienvenido sea. Y recuerda que siempre lo que buscamos en el sexo es el placer. Si el dolor ayuda a intensificarlo, adelante, pero sin perder de vista la sensatez y el sentido común.

Complementos para azotar

Complementos para los azotes.

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Arola Poch
Arola Poch

Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona y en Comunicación Audiovisual por la UOC, ha realizado un Máster en Sexología por la Universidad Camilo José Cela, además de un postgrado en Crecimiento sexual y Terapia de Pareja por el Instituto Gomà. Ver más.

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